El viento azotaba con fuerza el débil cristal de la ventana
causando un gran estrépito que no me dejaba dormir. Cada vez que un trueno
retumbaba en mis oídos no podía evitar temblar. Tenía miedo a las tormentas de
rayos.
En cada estruendo la habitación se iluminaba con una luz
fantasmal y efímera. Pronto no pude evitar alargar mi mano hacia el interruptor
de la luz; sin embargo a pesar de pulsarlo varias veces la luz no se encendió. La
tormenta estaba dejando lucir sus consecuencias.
Me escondí bajo las sábanas intentando recuperar algo de
seguridad. Ya sabía que no iba a poder dormir hasta que la tormenta aminorase
así que debía pasar ese tiempo de alguna manera sin poner a prueba demasiado a
mis nervios.
Al cabo de un rato percibí los tentáculos del sueño
introduciéndose en mi consciencia. Cada vez me sentía más relajada y distante
del mundo despierto; sin embargo la tormenta apareció de nuevo impidiendo que
entrara en el paraíso de Morfeo. El fuerte viento y la insistente lluvia había
provocado que la ventana de mi cuarto se abriera de par en par y que se agitara
deseando volar entre la tempestad. Emití una especie de gorgojeo de fastidio y
me levanté para cerrarla.
Parecía que el mundo estuviese derramando lágrimas de dolor
y rabia.
Luché contra el aire y cerré la ventana. Al conseguirlo me
di cuenta de que con solo acercarme a la abertura hacia el temporal había
conseguido empaparme hasta los calcetines. Hacía un aguacero de leyenda. Bostecé
y me dispuse a introducirme de nuevo en mi cama pero al girarme vi algo. “Una
alucinación” me impuse nerviosa cuando la luz del trueno desapareció
internándome en la oscuridad. Esperé con el corazón encogido a que la luz
apareciera de nuevo para asegurarme de que en mi habitación no había nada.
Al retumbar otro trueno me di cuenta de que no había nada en
mi habitación.
Era “alguien” quién estaba frente a mí en esos instantes.
– ¿Quién eres tú?
¿Cómo has entrado? – le pregunté con voz temblorosa mientras me alejaba.
– Nunca he salido
de aquí – su voz era profunda y magnética – Y no tengo nombre.
– ¿Cómo que no
tienes nombre y que no has salido de aquí? No te conozco y jamás te he visto.
Estaba a punto de salir a correr. Solo era capaz de ver sus
movimientos durante el par de segundos que duraba la claridad y eso no me
relajaba. Además cuando era capaz de vislumbrarlo, tampoco me solucionaba nada,
ya que iba vestido de pies a cabeza de negro e incluso con una capucha que
tapaba su rostro. Era difícil distinguir si era o no un simple fragmento de
oscuridad.
– Sal de aquí o
gritaré – le amenacé simulando seguridad.
– ¿Quieres que me
vaya? – su tono de voz sonó está vez diferente, más agudo, me pregunté como
podía hacer eso.
– Claro – le dije
deseando que se marchara de una vez.
– No creo que sea
lo mejor.
Me asusté hasta el límite de empezar a respirar con
dificultad. Otra vez su voz había cambiado y no solo el timbre; estaba segura
de que había pasado de la gravedad del tono de un hombre a la agudeza del tono
de una mujer.
– ¿Cómo haces eso
con la voz…?
– Yo no tengo voz.
No sabía que hacer, era verdad que su voz cambiaba cada vez
que hablaba y eso no era de nada normal. Empecé a recorrer la habitación con la
vista cuando era capaz de ver, para encontrar un espacio libre por donde huir.
– ¿Quieres escapar?
Lo entiendo, no debería haberme presentado ante ti.
– Vete de aquí
¡Socorro, Socorro que alguien me ayude!
Empecé a gritar esperando poder despertar a mis padres que
estaban en la habitación contigua. Chillé y chillé hasta que mi garganta se
quedó sin voz pero nadie pareció escucharme. Con la excepción del zumbido de la
tormenta, no percibí ningún otro ruido, lo cual era imposible encontrándome en
una casa en el centro de una ciudad.
– Déjalo, es inútil,
aquí estamos sólo tú y yo.
– Eso es mentira –
le respondí con dificultad.
Salí mi cuarto dirigiéndome a la habitación de mis padres
sorprendiéndome de que no me lo impidiera. Atravesé el corto pasillo y abrí la
puerta. La cama estaba vacía, es más, estaba perfectamente hecha. Eso era absurdo.
Antes de acostarme les había dado las buenas noches y ambos estaban ya
acostados. Salí de allí y bajé las escaleras de dos en dos hasta dirigirme a la
cocina; no había nadie, al comedor; no había nadie, al salón; no había nadie y
por último al cuarto de baño y también estaba solitario. Ya no sabía donde ir,
todo eso no podía ser verdad.
Cuando escuché los golpeteos de unos pies en la escalera;
pensé en seguida en que podían ser mis padres, pero pronto reflexioné y salí de
mi error llenándome de una sensación de angustia. Como un pajarillo encerrado
fui hacía la puerta y salí de mi casa. Recorrí la acera hasta llegar al límite
que la unía con la carretera. Me quedé de piedra. Ni un coche ni una persona la
atravesaba. “Esto es imposible” me dije mientras todo yo se empapaba con el
fragor de la lluvia. Pronto escuché un chapoteo en la lluvia a mis espaldas.
– Te dije que
estamos solos – dijo ahora con una voz infantil.
– ¡Déjame! ¿Qué
eres tú…? – le pregunté ya sin fuerzas.
– Soy parte de ti.
En realidad una parte que puedes odiar y a la vez querer.
Me giré para ver como la realidad se reía de mí; para
asimilar como un loco había venido a mi casa y estaba haciendo real todo
aquello que me contaba. Parecía cosa de magia.
– No me queda
tiempo, debo irme.
– Eso es lo que quería
que hicieras desde que has aparecido – le dije con total sinceridad.
– Volveré a
aparecer pero nunca como ahora. Ha sido una mala idea. La próxima vez me
someteré a tu voluntad sin reparos.
– ¿Qué voluntad?
– La de tú
subconsciente.
– No lo entiendo.
No obtuve respuesta, sin embargo aquel, aquello o lo que
fuese que tuviera delante, se retiró la capucha que le cubría la cara. Cuando
la claridad de un rayo me permitió ver, pude mirar con horror como su rostro cambiaba
cada segundo. Cambiaba conjuntamente; un pelo diferente, unos ojos diferentes,
una boca diferente… Unas fracciones diferentes en cada instante. De anciano
pasaba a niño y de niño a adulto. Cuando sus rasgos cambiaron hasta ser
idénticos a los míos no pude evitar gritar.
– Buenas noches.
Dijo con mi voz antes de qué todo se tambaleara a mí
alrededor y desapareciera.
--
El despertador sonó con su habitual pitido. Un sonido que
odiaba sobretodo por la hora que mostraba; las 7 y media de la mañana. Con un
largo y profundo bostezo lo apagué y me hundí de nuevo en mi confortable cama.
Tenía demasiado sueño esa mañana y adiviné que la tormenta me había tenido en
vela demasiado tiempo, aunque ahora, como podía comprobar a través de la
ventana, hacía un día esplendido y soleado. La cabeza me palpitaba tal vez por
el insomnio, sino fuera porque tenía que ir al instituto, no me hubiera
levantado.
Al final, me quedé demasiado tiempo en la cama. Dándome
prisa con toda la voluntad de mi alma, me vestí dando traspiés y balanceándome
de un lado a otro. Rápidamente cogí mi mochila y antes de salir
atropelladamente, miré por la ventana. No paraban de sonar cláxones de coches y
parloteos y risas de gente. Había un gran atasco en la calzada tanto de vehículos
como de personas. Me pregunté de nuevo el hecho de rendirme y asimilar de una
vez que no llegaría a tiempo a clase y que era mejor quedarse en casa. Sin
embargo el deber era el deber y finalmente salí de mi cuarto y de mi casa para
navegar en esa marea humana.
“Haz de tu vida un
sueño y de ese sueño una realidad”
Los sueños que nos
atrapan cuando dormimos es el tema de este fragmento. Sin embargo esta vez la
figura del sueño se personifica. A la chica de este fragmento mientras duerme (aunque
ella no lo sabe) se le aparece un ser que en realidad es sus sueños pero en ese
momento, como dice él, no está sometido a la voluntad de su subconsciente. Por
ello el individuo no tiene ni voz ni
rostro porque este varía según las fantasías que tenga ella. Al final del
texto, el sujeto admite que ha sido inútil aparecer con libertad propia y
promete que no lo volverá a hacer ya que acepta que no puede hacer nada para
escapar de su voluntad. Cuando llega la mañana, la chica sigue con su vida y no
recuerda para nada lo que ha pasado en sus sueños, cosa que pasa también en la realidad.
En resumen, la verdadera
finalidad de este relato es reconsiderar la figura de los sueños porque, aunque
parezca mentira, es otra vida paralela a
la real.
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